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Vigilia presinodal: el Papa invita a la Iglesia a sanar sus heridas

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“Somos aquí mendigos de la misericordia del Padre”. Con este espíritu, enfatizado por el Papa Francisco en su reflexión en la que llamó a sanar las heridas de la Iglesia. El Pontífice emitió estas palabras  el martes 1 de octubre por la tarde. Se trata de la vigilia penitencial en la Basílica de San Pedro a pocas horas de la apertura de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Testimonios de sufrientes

Tras escuchar los testimonios de un sobreviviente de abusos sexuales, de una voluntaria comprometida en la acogida de migrantes y de una religiosa originaria de Siria, narrando el drama de la guerra, Francisco aseguró: “La Iglesia es siempre la Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores que buscan el perdón, y no sólo de los justos y de los santos, es más, de los justos y de los santos que se reconocen pobres y pecadores”.

También comentó que quiso escribir las peticiones de perdón, leídas por algunos cardenales, pues era necesario llamar por su nombre y apellido a nuestros principales pecados. “Y los escondemos o los decimos con palabras demasiado educadas”, acotó. En efecto, siete purpurados pidieron perdón por los pecados contra la paz, la creación, los pueblos indígenas, los migrantes; el pecado de los abusos; el pecado contra la mujer, la familia, los jóvenes; el pecado de la doctrina utilizada como piedra para ser arrojada; el pecado contra la pobreza; el pecado contra la sinodalidad, entendido como la falta de escucha, comunión y participación de todos.

Romper con la hipocresía y el orgullo

Francisco reconoció que la curación de la herida comienza por la confesión del pecado que hemos cometido y reflexionó sobre el Evangelio según San Lucas que narra la parábola del fariseo y el publicano:

¿Qué espera de Dios? Espera una recompensa por sus méritos, y así se priva de la sorpresa de la gratuidad de la salvación, fabricando un dios que no podría hacer otra cosa que firmar un certificado de presunta perfección. Un hombre cerrado a la sorpresa, cerrado a todas las sorpresas. Está encerrado en sí mismo, cerrado a la gran sorpresa de la misericordia. Su ego no da cabida a nada ni a nadie, ni siquiera a Dios.

¿Cómo podríamos ser una Iglesia sinodal sin reconciliación?

A pocas horas de iniciar la segunda sesión del sínodo sobre la sinodalidad, el Pontífice interrogó: “¿Cómo podríamos pretender caminar juntos sin recibir y dar el perdón que restablece la comunión en Cristo?”.

Si bien ante el mal y el sufrimiento inocente preguntamos “¿Dónde estás, Señor?”, el Papa precisó que la consulta debe dirigirse a nosotros, y debemos cuestionarnos por nuestra responsabilidad cuando no conseguimos detener el mal con el bien.

Información original de: Vatican News

De:Sebastián Sansón Ferrari

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