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40 años de la revista Comunicación: “Esa búsqueda tenaz”

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Moraima Guanipa

En el mundo de las revistas académicas venezolanas alcanzar 40 años ininterrumpidos, casi medio siglo de permanencia, es toda una proeza, por decir lo menos. 172 números acumulan un verdadero récord de continuidad editorial y convierten a la revista Comunicación en la decana de las publicaciones venezolanas dedicadas al estudio de la comunicación social en sus más amplios y diversos ámbitos.

Proeza de tenacidad y entrega a un propósito. Esto y más es lo que celebramos esta tarde: las cuatro décadas de la revista Comunicación. Estudios venezolanos de comunicación. Nos congrega un nuevo aniversario, cuyas palabras de presentación tengo el honor y el gusto de compartir con ustedes, de esta revista nacida al cobijo de la Compañía de Jesús, de su Centro Gumilla, inicialmente Centro de Comunicación Social Jesús María Pellín.

ANIVERSARIO 40COMUNICACION

Nace Comunicación, en 1975, como un boletín creado por un grupo de profesores y alumnos de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, UCAB (1961), la primera escuela de carácter privado entre las universidades del país dedicada a impartir estudios de comunicación junto a las dos universidades públicas, Universidad Central de Venezuela, UCV (1946), y la Universidad del Zulia, LUZ (1959). El nombre de la revista, Comunicación, bien respondía al cambio que estos centros de estudios adoptaron al comienzo de la década de los años 70, cuando pasaron a denominarse Escuelas de Comunicación Social y no de Periodismo, como hasta entonces se llamaban, con un perfil polivalente que atendía al reconocimiento de una creciente diversidad disciplinaria y profesional.

Nace Comunicación en un tiempo de conflictos bélicos y crisis políticas: el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en Chile (1973) y la instauración de ominosas dictaduras en el Cono Sur; el escándalo Watergate que llevó a la destitución de Richard Nixon como Presidente de los Estados Unidos (1974); el fin de la guerra de Vietnam (1975); el conflicto árabe-israelí, entre otros. En el país entrábamos en la vorágine de una bonanza petrolera que abrió el compás de la “Gran Venezuela”; la nacionalización petrolera; el derroche de recursos y el endeudamiento. Nace en tiempos también de nuevos entusiasmos, algunos de los cuales quedaron en promesas incumplidas o en desafíos que alcanzan nuestro presente: un renovado espíritu latinoamericanista y la revisión crítica del subdesarrollo; el Proyecto Ratelve, propuesta surgida en el marco de la creación del Consejo Nacional de la Cultura (1974), que aspiraba a la incorporación de un servicio público no gubernamental de radio y televisión en el panorama mediático venezolano; la recuperación de las voces dispersas de esos otros excluidos, aminorados en los discursos del poder político y mediático.

Ya en el primer número de la revista, en el año 1975, su equipo fundador justificaba la existencia de esta publicación a partir de una preocupación que, a pesar del tiempo transcurrido y pese a los avances logrados en términos de nuevas posibilidades comunicativas, sigue vigente: “Consideramos vital y urgente liberar las virtualidades expresivas y comunicacionales de nuestros pueblos latinoamericanos, sumidos habitualmente en un silencio obligado. Conscientes de no estar en posesión de la fórmula para dotar a nuestros países de un sistema perfecto de comunicaciones, nada nos impide y mucho nos obliga a que sigamos buscando. Esa búsqueda tenaz es la tarea a la que nos orienta, desde su nacimiento, este modesto boletín”.

En consonancia con las exigencias de su tiempo, el Boletín Comunicación, como se llamó en sus primeros momentos, hizo suya una perspectiva crítica que reconocía y defendía la posibilidad transformadora de la comunicación en nuestras sociedades, especialmente las latinoamericanas, con lo cual se sostenía que la democratización de las comunicaciones constituía un aspecto clave para la democracia. No en vano, una de las líneas más permanentes a la que el equipo de Comunicación le ha dedicado su esfuerzo investigativo, y para el cual ha convocado la reflexión de investigadores tanto nacionales como extranjeros, es el de la comunicación alternativa.

Los trabajos y abordajes teóricos, las experiencias sobre comunicación alternativa, como constató Ricardo Martínez (Nº 51-52 Aniversario, 1985): “no es la ‘idea fija’ del equipo Comunicación pero es su desarrollo más completo y el que le identifica. Es también uno de los aportes más significativos de un grupo de investigadores venezolanos en la comprensión de la comunicación en América Latina, aporte especialmente valioso si se considera la proverbial dificultad para un esfuerzo reflexivo mantenido, organizado, coherente y permanentemente vinculado a la docencia y a la realidad nacional” (p. 138).

Este constituye con propiedad un desiderátum para el ámbito de lo comunicacional en Venezuela y en América Latina. Una comunicación que no esté al servicio de las grandes corporaciones, y su tendencia oligopólica montada sobre la lógica mercantil, pero tampoco instrumentalizada por la mediación gubernamental. Una comunicación no hegemónica sino plural. Este es un eje articulador de la revista y a mi juicio acaso uno de sus legados más perdurables.

Comunicación es en rigor una revista académica, marcada además por el carácter monográfico que  tiene desde sus inicios, desde las portadas de manufactura artesanal que sintetizaban el tema central de cada número. Así nació cuando era un boletín que planteaba “una comunicación para comunicadores”. Si bien estaba pensada inicialmente para el ámbito de los profesionales de la comunicación, la revista derivó hacia lo propiamente académico e interdisciplinario. Con su amplitud temática, de metodologías, ganó un renovado impulso al constituirse en referencia para profesores, investigadores y especialmente estudiantes de comunicación y de diversas disciplinas de las ciencias sociales.

celebracion 40 años comunicacion 2

Como destacó Antonio Pasquali (Nº 129, 2005), es “una publicación de referencia en epistemología de la comunicación, en el ámbito nacional y latinoamericano” (p. 90). Y este espíritu latinoamericano, esta vocación latinoamericanista se expresa desde sus primeras ediciones, cuando en la revista comienzan a aparecer las principales y más connotadas voces de la investigación en comunicación latinoamericanas: Jesús Martín Barbero, Mario Kaplún, Néstor García Canclini, Rosa María Alfaro, Raúl Fuentes Navarro, José Marques de Melo, Guillermo Orozco, entre muchos otros.

Temas como las políticas de comunicación y de cultura llegaron para quedarse en las páginas de la revista, al calor de hitos iniciales como las discusiones de la UNESCO, del Informe Mac Bride, de un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación (NOMIC), en el plano internacional, y en lo nacional, con la incorporación de lo comunicativo en el V Plan de la Nación. Lo que fue un hilo temático a finales de los 70 y 80 se prolongaría en las décadas siguientes con las discusiones referidas a los proyectos legislativos y las políticas gubernamentales relacionados con la comunicación y la cultura. No en vano el equipo sostenía que “la pretensión de aislar la comunicación del terreno de la política es la más política de las pretensiones” (Nº 10-11, 1976).

Otro tanto ocurrió con el desarrollo tecnológico de las comunicaciones y las llamadas nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Desde la polémica irrupción de las máquinas VDT en las redacciones de diarios nacionales en los años 80, desde el número 33-34 de la publicación dedicado a Tecnología y Comunicación (1980) hasta la dimensión global y omnímoda de los desarrollos tecnocomunicativos de alcance planetario que trajo Internet a partir de los años 90, la revista no ha cesado de ofrecer un amplio abanico de abordajes teórico-metodológicos sobre estas espectaculares y no menos dramáticas transformaciones.

Si en las primeras décadas el análisis ideológico de los medios tuvo peso específico en sus ediciones, así como la estructura económica de los medios, particularmente los venezolanos: prensa, cine, radio, televisión, la revista también se abrió a los nuevos paisajes y territorios de lo comunicativo: la cultura urbana, la cultura mediática. De los medios pasamos a las mediaciones, para recordar un título de Martín Barbero. Lo masivo industrial como la cultura de nuestro tiempo, pero no sólo desde el “pesimismo cultural” o la mirada ideológica de las industrias culturales. Números como los dedicados a las telenovelas y el cine dan cuenta de estos fenómenos culturales que merecían atención y análisis, en tanto expresan  la cultura masiva de nuestro tiempo.

En los años 80 hicieron un ajuste en su nombre. Pasaron de ser Estudios venezolanos de comunicación. Perspectiva crítica y alternativa, denominación que encabezaba sus primeros números, a ser Estudios venezolanos de comunicación. Revisaron la Escuela de Frankfurt y sus postulados, pero no renunciaron a la perspectiva crítica ni al desmontaje de los dispositivos mercantiles que cebaron el crecimiento y la expansión de las industrias culturales. Como señalaba Marcelino Bisbal al  recordar, en los 30 años de la revista, por qué fueron tan determinantes los postulados de Frankfurt: “Estábamos convencidos, y creo que aún seguimos en ese camino, que el teórico crítico era una condición desde la cual analizar el fenómeno de la comunicación secuestrado por ese espacio de las grandes industrias culturales y su cultura de masas que impedía y obstaculizaba (¡todavía!) la necesaria democratización de las comunicaciones” (2005, Nº 129, p. 91).

¿No es acaso esa misma inquietud  la que acompaña a la revista en estos tiempos cuando la hegemonía comunicativa viene dada no sólo por la expansión de los aparatos mediáticos y de las telecomunicaciones de las empresas privadas con alcance global sino también de gobiernos en funciones de Estado? ¿Podía pedírsele menos a una publicación que si en algo no ha cedido es en mirar y escudriñar críticamente el quehacer mediático, sus alcances, su impacto en la sociedad?

Tempranamente se distanciaron de discursos que desde la mirada ideológica y moral justificaron intentos estatizadores que, desde el poder político, pretenden instrumentalizar la comunicación en función de su propio beneficio propagandístico. Defendiendo la libertad de expresión y los derechos a la información y a la comunicación, no han dejado de denunciar también los desmanes y las estrategias del poder mediático, de sus trampas y encantamientos. Tampoco han cedido a los cantos favorables del uso de las nuevas tecnologías, sino que han dado espacio a voces que desde una exhaustiva revisión permiten entrever los dilemas de un mundo cada vez más interconectado pero que igualmente coloca a las mayorías en el frágil lugar del “interactuado”, como diría Manuel Castells, sometido a los dictámenes del control hegemónico, sea del Estado o de las grandes corporaciones tecnomediáticas.

“Esa búsqueda tenaz” de la que hablaban hace ya 40 años, es profesión de fe que le ha permitido a esta publicación tener la suficiente flexibilidad como para anticipar cambios de rumbos en las perspectivas críticas que militantemente mantenían: siguen pensando y persistiendo en aspectos claves como la idea de una comunicación y una democracia comunicativa; en hablar, investigar y dar testimonio de las voces silenciadas del pueblo; en confrontar y no renunciar al necesario escrutinio de los poderes e intereses políticos y económicos, sean oficiales o privados, que intentan enmascarar o imponer agendas comunicativas y culturales.

Tenaces, pero no tercos. Más bien tenaces pero flexibles y, sobre todo, plurales, así ha sido el perfil editorial de una revista que no ha cesado en abrir sus páginas a las más diversas posturas epistemológicas y metodológicas; a investigadores no sólo apostados en distintas y en ocasiones encontradas corrientes del pensamiento contemporáneo, sino también provenientes tanto de universidades y centros de investigación públicos y privados, nacionales e internacionales, como pertenecientes a distintas generaciones. Incluso la conformación del equipo editorial da cuenta de ello cuando a lo largo de estos años se han sumado nombres y presencias provenientes de otras instituciones universitarias, como la UCV y del ámbito profesional de la comunicación. Al equipo fundacional, que merece un aplauso de pie por su iniciativa, conformado por José Ignacio Rey, José Martínez-de-Toda, Jesús María Aguirre, Marcelino Bisbal, César Miguel Rondón, Epifanio Labrador y los siempre recordados Francisco Tremonti e Ignacio Ibáñez, cabría añadir una ya larga y destacada lista de nombres hoy vinculados de manera insoslayable a esta publicación que, bien como miembros del Consejo de Redacción, bien en calidad de colaboradores, “siguen considerándose parte de algo”, como diría Jesús María Aguirre (Nº 100, 1997)…parte de esa comunidad que es Comunicación.

Pero la tenacidad también está en la disciplina que contagia y comunica un equipo que en la diversidad de su condición, religiosos y laicos, también cumplen con rituales como el hecho de contar con un consejo editorial que tiene la ya legendaria costumbre de reunirse religiosamente, es decir semanalmente desde hace décadas. Todo un logro en un país que, como el nuestro, ha hecho de la discontinuidad y la improvisación las hilachas del tejido de Penélope.

La revista destaca no sólo por ser la más antigua de las publicaciones especializadas en comunicación en el país y acaso en Latinoamérica. También pongo el acento en el hecho que Comunicación es una suerte de experiencia de lectura híbrida o en dos niveles, al combinar con sabiduría y buen tino el saber y rigor académico -con sus protocolos y exigencias teórico-metodológicos- con un carácter divulgativo que pone a disposición de un público no especializado ni necesariamente conocedor del campo comunicativo, una variedad de temas y abordajes que enriquecen la visión en presente del devenir comunicacional venezolano e internacional.

Episodios y fracturas en el devenir nacional como los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989; la masacre de El Amparo; la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, por sólo citar algunos, e incluso internacionales, como la Guerra de las Malvinas o los Juegos Olímpicos, fueron vistos, analizados desde una perspectiva comunicacional. También cuentan con una sección que han mantenido desde sus primeros años: “Actualidad”, en la que se tocan y comentan tópicos vinculados con el devenir sociopolítico nacional e internacional, además de ofrecer la agenda de eventos y sucesos. Todo ello, junto con una sección de reseña de libros, le otorga a la revista un patrón ameno, además de que permite seguir el hilo de una historia que ya cuenta 40 años de acontecimientos, personajes, hechos de la comunicación del país y de otras latitudes. Quizás por eso, la revista pueda ser leída según se quiera o prefiera en modo de publicación de trabajos arbitrados o en el registro coyuntural de hechos referidos a las comunicaciones.

Como parte del rigor y el cuidado por la memoria investigativa que sus ediciones recogen, la revista ofrece índices actualizados que responden, hoy como ayer, a estándares internacionales que facilitan la indexación y la búsqueda por temas, autores, palabras clave, (tesauros). También resulta destacable el hecho, que cualquier internauta agradece, de tener a su disposición el registro de la revista en las páginas del Centro Gumilla, al cual está adscrita desde 1985, en su sitio web. Allí se puede acceder a la revista y todos sus números desde 1975, hoy en día disponibles en Internet, lo que les garantiza una difusión ilimitada.

Hay otro aspecto al que quiero referirme. La revista vivió un proceso de cambio que tocó incluso su presentación y diseño. El modesto boletín mimeografiado, en formato de cuaderno, de apenas 28 páginas engrapadas, dio paso a cambios en su número páginas (más 140) y formatos: “Las críticas por la presentación deficiente –escribe el equipo en 1980-, el aumento en los costos de papel,  y en fin la seguridad que nos ha otorgado la aceptación creciente por parte de los suscriptores tanto nacionales como internacionales, nos ha animado a esta transformación sin variaciones en el precio” (Nº 25-26, 1980, p. 4), que por entonces era de 8 Bs. Y vaya que sí lo hicieron y lo lograron: en los años 90 cambiaron al formato tal y como hoy lo conocemos, pero además la revista, que en sus anteriores etapas sumó ilustraciones y dibujos tomadas de diversas fuentes, se abrió a un diseño en el que lo gráfico no fue mera ilustración de cada trabajo, sino que se convirtió en una marca particular de identidad, en parte integral del concepto y del diseño. De la mano del maestro Víctor Hugo Irazábal, premiado artista venezolano, responsable del diseño y la diagramación, la revista con su sección “Galería de papel” y el uso de obras en sus distintas páginas, es también un compendio de nombres noveles y consagrados de las artes visuales venezolanas contemporáneas.  Cada número es una suerte de edición única, como esta edición aniversaria, con piezas del propio maestro Irazábal.

Hace casi 20 años, cuando el equipo de Comunicación pasaba revista a los 100 números publicados, algunos de sus miembros veían improbable que la publicación alcanzara su número 150 o 200 en el formato impreso (Nº 100, 1997, p.p. 4-9). Hoy un presente igualmente tenaz hace posible que celebren su 40 aniversario con una edición en papel,  el número 172. Llegan a 40 años de existencia y en la portada de este número aniversario destaca un lema que es seña de identidad tanto de su pasado como de su presente y futuro: “pensamos insistir”.

Insisten, ergo existen.

Son tenaces, no hay duda.

Y qué bueno que así sea.

¡Salud!

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octubre 9, 2024
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