Se cumplen veinticinco años de aquella fatídica madrugada de 1989, en la que soldados del ejército salvadoreño irrumpieron en la residencia de los jesuitas de la UCA, y mataron cruelmente a todos los que encontraron allí: Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín‐Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López.
Junto a ellos dos mujeres, madre e hija, que trabajaban en aquella casa, y que se refugiaron esa noche en ella, ante el toque de queda y la violencia de la guerra civil: Elba Ramos y Celina.
Quien conoce bien su historia y su testimonio es Pedro Armada Díez de Rivera. Fue la persona nombrada por el provincial de Centroamérica para recabar datos sobre los asesinatos. Él estaba viviendo en Nicaragua y a los pocos días del suceso se trasladó a El Salvador. Allí trabajó junto con Martha Dogget, la persona nombrada por el Lawyers Committe for Human Rights (al que habían encargado el caso los jesuitas norteamericanos) para la investigación. Ambos publicaron un extenso informe pormenorizado sobre el caso.
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