Antonio Pérez Esclarín
Entre los valores que debemos cultivar con urgencia en Venezuela está el de la responsabilidad que, como el propio nombre lo indica, consiste en la habilidad de responder de los propios actos, de tomar decisiones y asumir las consecuencias. Hoy, se habla mucho de libertad y muy poco de responsabilidad, y algunos hasta las consideran contradictorias, pues piensan que son libres porque se han liberado de normas y de principios éticos, porque hacen lo que quieren, “lo que les da la gana”, porque pueden comprar todo, hasta las conciencias, sin caer en la cuenta que viven encadenados a sus caprichos, sus miedos, su egoísmo, su ambición de poder o de tener,
La irresponsabilidad es enemiga de la libertad, pues libertad y responsabilidad se exigen mutuamente y vienen a ser como las dos caras de una misma moneda. Es imposible la libertad sin responsabilidad, y nadie es responsable de sus actos si no es libre. El que en nombre de su libertad no asume su responsabilidad como padre o madre, como profesional, como estudiante, como ciudadano, como político, no es libre y se convierte en un esclavo de sus caprichos o ambiciones. .
Si todos debemos ser responsables, les toca a los políticos profesionales, que fueron elegidos para garantizar el bien común y la vida digna y segura para todos, demostrar una gran responsabilidad, deponiendo sus mezquinas ambiciones personales o de grupo, su altanería y orgullo, para enfrentar con vigor y con humildad los gravísimos problemas que golpean a la mayoría de los venezolanos. Sería de una gran irresponsabilidad y muestra de un espíritu servil y apolítico, apostar al enfrentamiento en vez de a la reconciliación, a la violencia en vez de a la paz, a la utilización del pueblo en vez de ponerse a su servicio.
Una vida sin libertad no merece ser vivida. Pero una supuesta libertad que no respeta la vida y llena a los otros de cadenas es opresión y barbarie. No es concebible una libertad que no respeta los derechos del otro y causa exclusión, miseria y muerte. De ahí que la libertad debe traducirse en compromiso responsable de liberación de todo aquello que impide construir un mejor país y un mundo fraternal.
Al enfatizar la necesidad de asumir responsablemente nuestra condición de ciudadanos, el filósofo español Fernando Savater señala en su libro Política para Amador, varios tipos de personas irresponsables. Habla, en primer lugar, de los que, incapaces de crecer y madurar, usan argumentos del tipo “yo-no-fui-fueron-los-demás-el-sistema-el imperio”, y se la pasan culpando siempre a otros de lo que pasa y de lo que les pasa. Otro tipo de irresponsable es el fanático, que se niega a dar explicaciones de sus actos por considerar que él posee la verdad absoluta. También existe la irresponsabilidad burocrática, que se da en instituciones y organizaciones en las que nadie es responsable de lo que allí se hace: nadie da la cara. Las denuncias de malas acciones no acarrean sanciones pues impera la impunidad. También está la irresponsabilidad de aquellos que creen que siempre son los otros, no ellos, los que deben hacer las cosas o resolver los problemas. La verdadera ciudadanía implica involucrarse responsablemente en la búsqueda del bien común y en la estructuración de la sociedad sobre bases de respeto, justicia y equidad.