Por Luis Xavier Grisanti | @lxgrisanti
1920-1929: se quintuplica el PIB, el petróleo desplaza a la agricultura
Venezuela va a percibir en la década de los años 20 una fenomenal bonanza petrolera; la primera de tres que va a experimentar en el siglo XX (años 70) y principios del XXI (2003-2014). El producto interno bruto (PIB) se va más que quintuplicar entre 1920 y 1929, elevándose de Bs. 7.261 millones a Bs. Bs. 31.732 millones (a precios de 1984, Asdrúbal Baptista, 2006), con su multiplicador expansivo sobre los demás sectores de la economía. La construcción, por ejemplo, se sextuplicó, subiendo de Bs. 802 millones a Bs. 4.929 millones; el comercio y las finanzas y el gasto público gubernamental se triplicaron, de Bs. 708 a Bs. 2.229 millones, y de Bs. 436 a Bs. 1.396 millones en igual lapso, respectivamente.
Juan Vicente Gómez, próspero ganadero y cauteloso administrador agropecuario, no desperdició la bonanza minera y la aprovechó para construir obras públicas como la carretera trasandina y para cancelar la totalidad de la deuda externa del país en 1930, en conmemoración del centenario de la muerte del Libertador. El general tachirense, en conocimiento del financiamiento crediticio de los alemanes a las cosechas andinas durante su etapa de hacendado, sabía que Venezuela debía rescatar su crédito externo y forjarse una reputación de buen pagador ante los acreedores internacionales. El Benemérito sabía que el acceso al crédito internacional era un instrumento esencial para el crecimiento y el desarrollo de la economía de cualquier país; no en balde fue su ministro de Hacienda, el Dr. Román Cárdenas, quien reorganizó y modernizó las finanzas públicas durante su mandato.
La agricultura y la cría, que pierde para siempre su primacía en la formación del producto nacional en 1926, comenzó a rezagarse en su crecimiento y soló subió de Bs. 2.470 millones en 1920, a Bs. Bs. 3.150 en 1929 (+27%). El petróleo desplazó a la agricultura y la cría como primer componente de las exportaciones y de la generación de divisas, así como de los ingresos fiscales. El desplazamiento de las actividades de bienes transables por la bonanza externa de un recurso natural será objeto de análisis por el entonces joven economista y agricultor merideño, Alberto Adriani (1898-1936), quien escribió a principios de los años 30 sobre el fenómeno de la sobrevaluación de la moneda y su incidencia contractiva sobre la producción de bienes transables, particularmente los agropecuarios; fenómeno que será denominado Enfermedad Holandesa a partir de los años 70 del siglo pasado.
El Crack de la Bolsa de Nueva York, el 29 de octubre de 1929, interrumpió la descomunal expansión de la economía venezolana; pero se va a reanudar su curva de ascenso a partir de 1932 (y no se va a detener, salvo pocas situaciones puntuales, hasta los años 80 del siglo XX). La Gran Depresión de los años 30 provocó un desplome mayúsculo en los precios de las materias primas, cuando Venezuela todavía era un exportador importante, no sólo de petróleo (en 1928 el país pasó a ser el primero del mundo), sino de sus productos tradicionales, como el café y el cacao. En efecto, el PIB se contrajo un 20,7% entre 1929 y 1932; el petróleo un 16,5%, la construcción un 49% y el comercio y las finanzas un 29%.
Reanudado el crecimiento, apalancado por el petróleo, el PIB alcanzó la cifra histórica más alta hasta ese momento: Bs. 33.292 millones en 1935 (último año del gobierno del general Gómez), al frente de la cual estaba el PIB petrolero (Bs. 14.365 millones), que había subido ¡78 veces!, elevándose a la antedicha cifra desde Bs. 184 millones en 1920. Venezuela pasaba de ser un país rural y agropecuario, a ser una economía petrolera y urbana; proceso que se va a afianzar en las décadas siguientes, sin retorno.
Los Estados Unidos se convirtió en el primer socio comercial e inversionista extranjero de Venezuela. Las empresas estadounidenses continuaron aumentando sus inversiones y haciendo hallazgos en sus concesiones petroleras. En 1925, la Lago Petroleum (ExxonMobil, a partir de los años 90), construyó una pequeña unidad de refinación en La Salina, estado Zulia, y la Venezuelan Atlantic Refining Company se registró en Delaware.
En 1926, la Venezuela Occidental realizó sus primeros levantamientos sísmicos y la Lago Petroleum adquirió las concesiones de la British Equatorial Oil y perforó con éxito el primer pozo en Lagunillas, Costa Oriental del Lago de Maracaibo. En 1927, la Caracas International Petroleum compró la South American Oil & Development y Creole Syndicate; esta última consolidará los activos de la Standard Oil de New Jersey en Venezuela, convirtiéndose en el mayor productor del país el año siguiente (Aníbal Martínez, 2006).
El vertiginoso desarrollo de la industria venezolana de los hidrocarburos en los años 20 trajo consigo las primeras protestas de los trabajadores del petróleo, los señalamientos sobre el desmejoramiento del ambiente y el reclamo por la incorporación de venezolanos en las posiciones técnicas y gerenciales. El ministerio de Fomento, en la persona del inspector general de Minas (responsable de los hidrocarburos), Ing. Luis F. Calvani Grisanti, reaccionó positivamente a estos planteamientos.
No fueron siempre color de rosa las relaciones entre el gobierno del caudillo de La Mulera y las compañías aceiteras británicas y norteamericanas, pese a la determinación de su gobierno por promover la inversión extranjera y afianzar la seguridad jurídica. El 16 de setiembre de 1929, Gumersindo Torres fue designado, por segunda vez, ministro de Fomento. Asistido por el Ing. Calvani, las decisiones del Ministerio van a reforzar las medidas de conservación, cumplimiento de compromisos sociales, obligaciones fiscales, ambientales y sanitarias. El 30 de junio de 1930, se creó el Servicio Técnico de Hidrocarburos.
Las empresas concesionarias van accediendo y cumpliendo con las resoluciones del Ministerio, y siguieron invirtiendo. En 1934, se registró la empresa Socony, filial de la Standard Oil de Nueva York. En nuestra siguiente entrega, nos referiremos a las actuaciones del Dr. Torres y el Ing. Calvani en su entre 1929 y 1932.
Fuente: Reporte Católico Laico